Educar en confianza

La confianza de un hijo, como la de cualquier persona, no se impone se gana. Desde que son muy pequeños podemos ir creando ese clima en casa. Educar en confianza

Todos los padres queremos que nuestros hijos nos cuenten sus cosas y que a medida que crecen no dejen de contarnos sus aventuras, que nos hablen de sus amigos. Los hijos son la mayor fuente de alegría cuando son pequeños y a medida que se hacen mayores pueden llegar a ser la mayor fuente de preocupaciones.

La confianza de un hijo, como la de cualquier persona, no se impone se gana. Desde que son muy pequeños podemos ir creando ese clima en casa, en el que es fácil preguntar, contar cosas, y no sólo lo bueno, sino también los desastres. Estos últimos debemos escucharlos sin asustarnos.

En primer lugar debemos escuchar a nuestros hijos cuando hablan, aunque sus cosas nos parezcan poco importantes, para ellos a veces son grandes problemas. No deben ver en nosotros actitudes de prisa, aburrimiento, impaciencia. Eso nos ocurrirá cuando estamos demasiado absorbidos por los asuntos del trabajo, problemas económicos o familiares, cosas pendientes. Cuando llegamos a casa, los protagonistas son nuestros hijos y ellos necesitan toda nuestra atención. Eso es un buen deseo, pero ha de ser un hecho. Por ejemplo, es bueno que no solo les preguntemos cómo les ha ido en clase, o en la guardería, sino que les animemos a enseñarnos los dibujos, o los deberes.

Todo esto creará un clima de confianza en el que es fácil contar cualquier problemilla. No debemos asustarnos de lo que nos cuentan, ni interrumpirles cuando están hablando. Si hay un incidente con otro niño, quizá no sea lo primero que nos cuenten y por eso hay que escuchar, observar su cara, la manera en que nos cuenta las cosas… Si no hay problemas nos hablará de las cosas con alegría y despreocupación.

La confianza es una virtud que se cultiva cuando son pequeños, y crece con detalles muy pequeños. Es algo mutuo. Ellos confían en nosotros y deben ver que nosotros confiamos en ellos. Es un valor que si está bien arraigado, sirve como apoyo para tirar de ellos hacia arriba y exigirles un poco más. Cuando fallan las ganas, o el no me apetece, o la pereza rondan su cabeza pensarán que no pueden fallar a su padre, que confía en él y así evitarán cosas que les pueden perjudicar.

La confianza es algo que a todos nos ha hecho crecer y nos ha ayudado a madurar. Podemos colaborar en ese proceso de nuestros hijos con pequeños encargos, y diciéndoles expresamente que confiamos en que eso lo van a sacar adelante.

Cuando lleguen a la adolescencia les puede costar más contárnoslo todo, en esa fase sabemos que lo que más fuerza tiene en un chico o chica es la opinión de sus amigos. Todos hemos pasado por esa etapa y no podemos olvidarlo: quizá no hemos contando al llegar a casa a nuestros padres el primer cigarrillo, ni el primer beso. Pero si hay un clima de confianza en el que más tarde o más tempano hemos buscado su consejo y nos los hemos encontrado ahí, dispuestos a ayudarnos.