Aprende a no sucumbir ante los caprichos de tus hijos

1El no ceder ante los caprichos de tu hijo no te convierte en un mal padre sino que le va a ayudar a convertirlo en una persona que será capaz de valorar todo aquello que consiga.

Recuérdale que tú eres la autoridad
Hay veces que nos olvidamos que como padres somos la autoridad, es decir, quienes mandamos. En el instante en que a nuestro hijo le damos lo que con gritos intenta conseguir, hemos perdido sin duda, toda la autoridad. Hay que ser firmes en el momento en que se dice «no» y mirarlo sin miedo a los ojos.

Pero ¿qué ocurre si a pesar de ello el niño se pilla un buen berrinche y te deja en evidencia? En este caso el problema de muchos padres es que ante esta situación ceden por vergüenza o por pena. Y ceder nunca es un buen recurso para educar. Si cedemos, el niño sabe que podrá hacerlo de nuevo para conseguir aquello que desee y que no queremos darle.

Ponerse en acción

En ocasiones nos duele mucho tener que castigar a nuestros hijos, pero es algo totalmente necesario. Solo así podrán identificar que sus actos malos tienen consecuencias. Puede ser un castigo como apagarle la tele, quitarle su juguete favorito o no llevarle ese día al parque. Por supuesto, no vayas a esperar que reaccione de una manera positiva ante esto. Los lloros se van a incrementar y las pataletas continuarán. Pero como tu eres su progenitor debes velar para que se convierta en una persona que aprenda a convivir con los demás, que sea responsable de sí mismo y que tenga ciertos valores.

Si no le pones límites y si no emprendes acciones contra él, pensará que puede conseguir todo aquello que desee y hacer lo que le de la gana. Y tú sabes perfectamente que esto no es así.

Afianzar su comportamiento positivo

Uno de los errores más comunes que los padres cometemos es recalcar lo negativo que hace el niño, mientras que las cosas positivas las damos por supuesto y no lo mencionamos. Pero lo cierto es que nuestro hijo necesita saber que valoramos su esfuerzo y ser recompensado en la medida de lo posible. Un ejemplo: si nos pide algo con un «por favor» que sea sincera y no se lo podemos ofrecer, al menos intentemos hacerlo cariñosamente y dándoles argumentos sostenibles. Permitámosle que comprenda nuestra posición y no le demos un no rotundo ya que favoreceremos su mal comportamiento.

Los niños necesitan unos padres cariñosos pero que a la vez sean firmes y capaces de ponerles límites, ya que en el momento en que se cede antes sus caprichos nos convertimos en unas marionetas y provocamos que se conviertan en unos pequeños tiranos, y esto no es lo que queremos. Lo que necesitamos es educar a unos niños maduros, responsables y consecuentes.

Si no ponemos unos límites, ni somos autoritarios, no tendremos derecho a quejarnos cuando nuestros hijos sean más mayores y ya no podamos controlar ni sus caprichos ni sus acciones.