Un plato de pasta con huevo para bebés

El huevo contiene nutrientes y proteínas esenciales para el crecimiento correcto de un niño, por lo que es un alimento muy valioso, aunque comporta una alto riesgo de alergia, por lo que es recomendable no dárselo al bebé hasta que no tiene aproximadamente diez meses, y en cualquier caso, solamente su yema.

El huevo

Su administración puede iniciarse al final de octavo mes, añadiendo a la papilla o a una sopa un pequeña cantidad de yema en crudo, para ir progresando lentamente hasta llegar a la media yema a los doce meses y una yema entera a los dieciséis meses, en un promedio de una o dos veces cada semana, siguiendo las indicaciones del pediatra. Aproximadamente al final de su primer año, ya se puede introducir la clara en la dieta del pequeño, aunque siempre cocida ya que facilita la digestión y atenúa sus propiedades alergénicas.

Cuando ya se ha introducido este ingrediente en la dieta del niño, seguro que se va a convertir en uno de los alimentos principales de numerosos platos como los huevos revueltos o una riquísima tortilla, y por supuesto, combinándolo con otros alimentos que constituyen platos muy completos y nutritivos, como por ejemplo la siguiente receta que vamos a mostrarte.

Pasta con huevo

Para elaborar este plato se necesitan dos cucharas de pasta pequeña, 250 gramos de caldo de verduras, media yema de huevo duro y 50 gramos de jamón York.
Lo primero a realizar es llevar el caldo a ebullición y después añadir la pasta para que cueza durante el tiempo necesario. Cuando esté cocida se retira del fuego el recipiente. Para terminar se añade la media yema del huevo y el jamón triturado previamente.

Hay que tener en cuenta que los huevos pueden llegar a provocar infecciones alimentarias, en concreto, por sus presencia de salmonela. En este sentido es necesario saber que un huevo fresco es estéril prácticamente y que la presencia de gérmenes dañinos es muy rara, pero que su cáscara puede encontrarse contaminada en su superficie, aunque lo cierto es que existen barreras naturales bastante sólidas que evitan que penetren en el huevo los gérmenes.

Por todo ello la posibilidad de contraer una infección por consumir huevos frescos son bastante bajas, sobre todo si los huevos están cocidos, ya que la salmonela no puede soportar una temperatura superior a los 70ºC. Todo cambia cuando el huevo no es fresco, ya que sus mecanismos de defensa naturales van perdiendo eficacia y los gérmenes consiguen penetrar más fácilmente.

Por ello es muy importante seguir unas reglas de higiene básicas como comprar huevos frescos y consumirlos lo antes posible. Mientras no se consuman, deben conservarse en la nevera y una vez se han pelado, las cáscaras tienen que tirarse rápidamente para que no entren en contacto con cualquier otro alimento que se esté preparando.