Inteligencia emocional

La inteligencia emocional puede definirse como la capacidad para reconocer tanto los sentimientos propios como los ajenos y la habilidad para manejarlos, teniendo como base primordial aquellas aptitudes que permiten a una persona relacionarse en sociedad y llevar una vida positiva, lograr una buena adaptación al medio y a su entorno a través de una percepción, comprensión, control y aplicación de sus propias emociones y también de las ajenas. Inteligencia emocional El término de inteligencia emocional se utilizó por primera vez en el siglo XX y más precisamente en 1990 por los psicólogos Meter Salovey y John Mayer, haciéndose popular a través de un Best Seller llamado «Emocional Intelligencia» escrito por Daniel Goleman.

Si solo se basa la inteligencia en un grado de Coeficiente Intelectual (CI) ésta se verá limitada ya que para ser feliz y llegar a tener éxito en la vida es necesario ser inteligente pero también utilizar esa inteligencia para lograr una buena adaptación al medio y al entorno.

Saber establecer prioridades y comprender los sentimientos de los otros además de entender los propios y poder expresarlos de manera clara, conociéndose a sí mismo.

La inteligencia emocional sirve para aprender y saber cómo deben afrontarse los obstáculos, presiones y dificultades además de comprender los propios sentimientos y poder expresarlo de una manera coherente. El conocerse en profundidad ayuda a la hora de enfrentar los problemas que sin lugar a dudas en algún momento de la vida aparecerán,  haciendo más sencillo manejar las frustraciones y los sentimientos negativos.

Por todas estas razones, la inteligencia emocional necesita ser fomentada desde los primeros años de vida como una influencia positiva en el niño que repercutirá en el ámbito de la familia, los amigos y ya de adulto en la esfera profesional.

El niño no nace con la inteligencia emocional desarrollada y para hacerlo deberá copiar modelos de comportamientos que en un comienzo estarán representados por los padres, familiares y aquellas personas que se encuentran cerca del entorno del pequeño e interactúan con él, influyendo en esta etapa los héroes o personajes de las series de televisión.

Por otra parte, las emociones no deben confundirse con ideas ya que son reales y esas capacidades emocionales pueden y deben enseñarse sobre todo para beneficiar a los niños ya que así lograrán una mayor capacidad de manejar adecuadamente el estrés emocional.

El mundo moderno y la vida agitada han dado como resultado niños que tienen una mayor propensión a ser irritables, irascibles y por ello los padres podrán enseñarles no solo a reconocer ese tipo de sentimientos sino también a controlarlos.

Los padres pueden también enseñar a sus hijos diversas formas de modificar sus emociones y de esta manera adaptarse mejor a los cambios manteniendo un mayor control y así ser más felices.

Así, los niños perciben como sus padres afrontan los problemas, como tratan a otras personas y también su persistencia cuando persiguen un objetivo. Estos modelos serán entonces los que los niños tomarán y actuarán copiando las actitudes adultas desarrollando con los años su propia inteligencia emocional.

Reglas claras, establecer límites, corregir con afecto, elogiar los logros de los hijos son solo algunas de las actitudes que formarán parte del día a día de la familia, que será luego el modelo a repetir por los niños.

Todas las experiencias infantiles pasan a formar parte de la personalidad sobre todo aquellas que fueron colmadas de afecto, algo que le ayudará a descubrir como actuar y asumir responsabilidades de una forma cordial y natural.

Foto Vía: Liderazgo