Problemas: Chuparse el dedo

Lo bebés chupan y utilizan la boca para explorar el medio que les rodea. No obstante, cuando un niño chupa el pulgar de forma insistente, es normal que se puedan generar dudas. Problemas: Chuparse el dedo Los bebés empiezan a chuparse el pulgar por el mismo motivo que emplean el chupete: es una manera de satisfacer su instinto de mamar. Su dedo pulgar, se encuentra siempre a su alcance, por lo que nadie se lo va a quitar. Hacerlo le resulta gratificante y es algo que utilizar como método tranquilizante y para conseguir consuelo.

No resulta extraño, por tanto, que un niño se chupe el dedo hasta los seis años, aunque esa costumbre debe de ir desapareciendo. Los niños más mayores lo utilizan antes de ir a dormir o en situaciones de tensión que generen ansiedad, como puede ser: un hermano, un cambio de vivienda…

Los padres adoptan varias posturas ante esta conducta, hay quien no le da ninguna importancia y quien se preocupa por la duración, preguntándose si es necesaria una intervención. Es importante señalar, que los pediatras también están enfrentados en este sentido. Por un lado, se trataría de una manera natural y sencilla de satisfacción personal, pero por otro, es una conducta innecesaria que puede deformar la encía superior del niño y perjudicar su dentadura.

Existen tres métodos de actuación, que pueden emplear los padres en estos casos:

– Si la conducta se muestra en los primeros meses, se le puede proporcionar el pecho o el biberón, para que el bebé satisfaga la necesidad de succionar. Si se presenta meses después, el biberón puede contener agua.

– Hacer caso omiso a la conducta, con tranquilidad, evitando la ansiedad del niño.

– Intentar forzar la desaparición de la conducta. Lo que resulta algo inadecuado y puede provocar la situación contraria, que la conducta se refuerce.

El hecho de chuparse el pulgar, produce en el niño una sensación de consuelo y bienestar. Si sus cuidadores insisten en retirárselo de la boca o en ridiculizarle por ello, esto le producirá una gran irritación, que le llevará por su estado vulnerable a chuparlo de nuevo cuando no le vean y convirtiéndolo en más dependiente aún de ese hábito. Si además de ello, como sucede en ocasiones, se le aplica algún olor o líquido desagradable, se podrá desesperar aún más y mostrar su faceta agresiva.

Esta tozudez por parte del niño puede exasperar a los padres, interpretándolo como una muestra de rebeldía o hasta de maldad del niño, cuando no es así. El niño quiere siempre agradar a sus padre, siente un gran deseo en ese sentido, pero también por chuparse el pulgar porque haciéndolo se siente bien y si puede va a seguir haciéndolo.

Si se quiere hacer desaparecer el hábito, de una manera no traumática, lo mejor es evitar tensiones y no ejercer presión sobre el niño.