Educar para la solidaridad

Un niño solidario con sus pares, es un niño que se integrará a la sociedad de manera efectiva en sus años adultos. Educar para la solidaridad

La solidaridad es un valor en alza. Todo el mundo quiere colaborar en proyectos solidarios, pero también hay gente que se inhibe y está insensibilizada ante los noticias de catástrofes o necesidades.

La solidaridad es una virtud que está entrelazada con la generosidad. Es como un perfeccionamiento de la justicia y engloba muchos otros valores: respeto, tolerancia, comprensión, amistad…

Tanto la generosidad como la solidaridad suponen madurez, porque exigen la decisión libre de dar lo que tenemos. De hecho a veces cuesta más dar nuestro tiempo que dar cosas materiales.

Los niños pequeños tienden a la posesión y el egoísmo, hay que enseñarles a dar, para conseguirlo es necesaria la motivación y la capacidad de observación.

No pueden pensar que están solos en el mundo, que son los únicos que necesitan cosas. Hay otros niños con menos recursos que tienen la vida más difícil y les falta hasta lo necesario. Hay que ayudarles a compartir, ellos tiene que ver que nosotros somos austeros en nuestro funcionamiento, que ayudamos a otros, que damos de nuestras cosas y no sólo las que no nos gustan o están estropeadas.

La generosidad y la solidaridad están reguladas por la voluntad, podemos dar si queremos hacerlo.

A veces se presentan ocasiones extraordinarias en las que se requiere ayuda para sacar a una población de una necesidad. Podemos ver esa noticia en la televisión y que no tenga ninguna repercusión en nuestra familia, pero también podemos intentar colaborar de algún modo. Enviando ayuda económica y recaudando en el entorno familiar lo que cada uno pueda. En otras ocasiones son más próximas y vemos gente que necesita apoyo, alimentos, compañía, ropa, juguetes… y está muy cerca de nosotros: un familiar que dispone de menos medios, una vecina, otro niño del colegio, podemos pasar por alto y no plantearnos prestar algún subsidio, esas cosas se perciben y crean una mentalidad. Aunque nuestros hijos sean pequeños ven estas actitudes, no sólo se les graban sino que las incorporan a su modo de actuar.

Hechos más sutiles como escuchar a un hermano cuando habla, no interrumpir cuando quieren una cosa y los demás están en otra, son también virtudes menores que orientan al respeto y fomentan la solidaridad.

Casi todos los niños pueden despuntar en estos valores si se cultivan desde pequeños. Todos tenemos corazón y el corazón es un instrumento de cuerdas muy sensibles, si se mantienen siempre afinados suenan bien y gusta escucharlos. A todos nos gustaría tener un corazón de oro y mucho más, sentirnos orgullosos de que nuestros hijos sean un modelo en colaboración y ayuda a los demás. No son virtudes que se puedan improvisar, si no se han intentado inculcar desde la infancia, crecen las opuestas.

Los niños que tienen estos valores son niños queridos, dispuestos. Generalmente tienen muchos amigos y siempre están contentos.

La solidaridad es una virtud especialmente necesaria en la sociedad actual. Implicarse en promover valores solidarios en nuestros hijos es uno de los mejores esfuerzos