¿Qué es la depresión senil?

Las depresiones seniles son trastornos psíquicos en los cuales la existencia de afecciones cerebrales orgánicas contribuyen al florecimiento de los síntomas psicopatológicos propios de cualquier proceso habitual que puede presentarse en cualquier anciano ¿Qué es la depresión senil?

Síntomas de las depresiones seniles

Las depresiones seniles son reacciones sentimentales tristes que en nada se diferencia de las aparecidas en la vida afectiva sana, pero que están condicionadas y favorecidas por los síntomas de origen orgánico cerebral que la acompaña.

En un anciano, los síntomas depresivos coexisten con su normalidad y deben ser considerados como tales cuando afectan sobre todo a su humor y a su comportamiento. Las crisis de angustia, el llanto sistemático y sobre todo las actitudes negativas respecto de su vida normal, como por ejemplo el negarse a comer o a salir de casa, suponen una señal de alarma que obliga a buscar tratamiento. El anciano responde de forma inmediata al cúmulo de factores externos que se le pueden presentar en un momento dado por lo que se ha dicho que se trata de una verdadera reacción depresiva.

La depresión senil tiene características que se superponen con la que se corresponde a otras épocas de la vida, pero con el agravante de la precaria salud, la pérdida de personas queridas que provoca sentimientos de soledad, la jubilación que disminuye el sentimiento de utilidad y las dificultades económicas que aumentan la tensión a la que se ven sometidas las personas en esta etapa de su vida.

Actitud de los familiares

Ante un anciano deprimido, la actitud que debe adoptar la familia es en primer lugar, considerar la depresión como una enfermedad y por lo tanto, adoptar las  medidas necesarias. Con este tipo de enfermedad los familiares pueden adoptar dos posturas opuestas pero igualmente perjudiciales. Si hay antecedentes de tipo depresivo familiar, se puede reaccionar de una forma alarmista y volcarse en atenciones y cuidados para vigilar al anciano, que precisamente no le ayudará a remontar su situación. Por el contrario, si se desconoce que es una depresión, el cuadro puede no ser valorado como un proceso patológico y trata la situación como una actitud simple del anciano, pretendiendo animarle de forma verbal, o lo que sería peor, desestimando el problema por considerarle como el responsable de su estado.

El anciano, aunque no esté deprimido, necesita ternura y sobre todo compañía. Su familia debe procurar ocuparse de él y darle afecto, comprensión y cuidados, pero sin llegar a caer en la sobreprotección. En estas circunstancias no es aconsejable hablar demasiado de sus problemas ni centra la conversación en sus síntomas. Al contrario, resultará mucho más beneficioso comentar aspectos de la vida familiar, estimularlo para que lea o realizar actividades que puedan distraerle. Por otro lado, la familia debe desempeñar un papel fundamental instándole a que cumpla con el tratamiento que se le haya asignado y para que siga acudiendo al médico en caso de ser necesario.