Morderse las uñas

Morderse las uñas no es un hábito exclusivo de los niños menores aunque es cierto que es durante la infancia cuando se suele adquirir y que aparte de ser un problema estético, puede acarrear otro tipo de situaciones que afecten a la salud. Morderse las uñas Morderse las uñas

Este hábito suele suceder antes de los tres años de edad y suele ir asociado a situaciones en que el niño esté más nervioso de lo habitual, porque está aburrido o incluso por cansancio. Aunque suele ser un vicio bastante duradero, en niños sanos que llevan una vida normal en la que estudian, juegan, comen y duermen bien, es probable que sea tan sólo una costumbre pasajera y que desaparezca con la edad, sobre todo a partir de los diez años, siendo más normal que esto suceda antes en las niñas que en los niños.

El nombre científico de este mal hábito es onicofagia y según los especialistas en la materia, se trata principalmente de un problema de ansiedad en el que se buscan situaciones relajantes como el morderse las uñas, pero que puede traer consecuencias mayores tanto en los dientes, que pueden ver alterados su forma, como en las propias uñas y dedos que pueden sufrir numerosas y continuas infecciones o la aparición de verrugas y padrastros muy dolorosos.

Cómo evitar el hábito de morderse las uñas

Son innumerables los remedios que existen para evitar morderse las uñas, como pintarlas con esmaltes amargos, aunque  lo más aconsejable es hablar con el niño e intentar convercerle de que abandone este hábito que tanto mal le puede ocasionar, eso sí, siempre sin agobiarle, ni castigarle por ello,  pues en este caso sería peor el remedio que la enfermedad, ya que provocaría un estado mayor de ansiedad en él por no verse capaz de controlarlo y por tanto sentiría más necesidad de morderse las uñas.

En cualquier caso si no se consiguen resultados positivos de ninguna manera, es importante acudir a un psicólogo para que nos aconseje sobre el procedimiento a seguir e incluso éste podría recomendarnos la visita a un dentista para que confeccionase algo parecido a una funda que se situa entre los molares y premolares para que impidiera que los incisivos se lleguaran a juntar y de esta manera el niño no podría morderse las uñas.

Es necesario que transcurran alrededor de 8 meses desde que se deja de morder las uñas para que éstas se curen definitivamente, de igual manera que hasta que no ha pasado poco más de un mes desde el instante en que el pequeño ha dejado de morder las uñas, no se considera que se ha abandonado definitivamente este hábito.