Enseñar a razonar a nuestros hijos

Si le enseñamos a nuestros hijos la importancia de la realidad, tendremos hijos fuertes y que se adaptarán fácilmente a las circunstancias. Enseñar a razonar a nuestros hijos

Adquirir las bases de un buen razonamiento es algo fundamental en la vida. Para poder razonar bien, es esencial percibir la realidad como es. Todos tenemos una gran facilidad para autoengañarnos y no ver las cosas que nos cuestan o no nos gustan, pero sabemos que eso no soluciona los problemas, sino más bien a veces los agudiza.

¿Cómo hacer a nuestros hijos personas razonables? Nuestra educación tiene que ser realista. No podemos decir una cosa y estar pensando otra. A veces nos cuesta afrontar los problemas porque no sabemos por dónde cogerlos. Y es cuestión de pararse antes y razonar cuál es el problema de base. Ese modo de actuar está demostrando a nuestros hijos que todo se puede razonar y les enseñará a ellos a hacer lo mismo.

Si queremos decirles que deben dejar de hacer determinada cosa, debemos analiza los porqués nuestros y los porqués suyos, e intentar dialogar con ellos.

A veces nuestros sistemas son un poco drásticos, nos molesta algo que hacen y no les decimos nada, aguantamos y nos vamos quemando hasta que un día estallamos, y de un modo determinante y contundente les advertimos que eso ya no se puede repetir.

Tener una actitud dialogante con ellos no quiere decir condescender en todo, sino ser capaces de diálogo. Para dialogar hace falta exponer motivos y porqués. Si queremos que nuestros hijos tengan confianza con nosotros y nos cuenten sus cosas debemos encauzarnos por este camino.

Desde que son pequeños debemos estimular un pensamiento responsable y autónomo en ellos. Preguntarles con frecuencia ¿Y tú de esto que piensas? No se lo preguntamos para cambiar nuestro pensamiento, sino para estimular el suyo. No pasa nada porque no hagamos lo que ellos piensan. Y ellos saben que pueden decirnos todo, y que esto no nos condiciona. Así confían en sus padres porque saben que siempre harán lo que más conviene, aunque no sea lo que a él más le gusta.

Los padres son el punto de referencia para los hijos, quieran o no. Cuando son pequeños sienten admiración y lo que han dicho sus padres es el argumento de mayor peso. Casi todos cuando hemos sido niños hemos dicho: pues mi padre dice… y los niños siguen fijándose en sus padres y siguen repitiendo lo que sus padres dicen.

Con el diálogo y las preguntas se estimula el razonamiento. Es bueno cultivar esa costumbre cuando lo que hay que hablar son pequeños asuntos, para poder llegar a razonar cuando el niño está en un momento de enfado o rabieta. El socorrido rincón del pensamiento cuando no conseguimos entrar con él en diálogo, es una buena salida y un buen cauce para que se serene y más tarde se pueda volver sobre el tema. Hay que evitar dejar asuntos sin tratar, en tareas pendientes.

Lógicamente las conversaciones con nuestros hijos no son conversaciones largas, ni de erudición. Se pueden tener al bajar en el ascensor, en el coche y dependiendo de la edad tendrán un modo u otro.