Enseñar a los niños a ser puntuales

La puntualidad es una virtud que todo el mundo debe aprender desde su infancia, con nuestro modo de actuar les enseñamos a adquirir estos hábitos. Enseñar a los niños a ser puntuales

La puntualidad es una virtud muy importante está relacionada con el orden y con pensar en los demás. Si enseñamos a nuestros hijos a vivirla estamos ayudándoles a construir una sociedad solidaria.

Vivir la puntualidad tiene mucha trascendencia. Está relacionada con el orden propio e influye en el orden ajeno. Si no somos puntuales retrasamos a otros, y nuestro retraso dificulta la el curso de las cosas. Por ejemplo, si llevamos tarde a clase a nuestro hijo, ese niño al llegar interrumpe la clase y obliga al profesor a repetir las explicaciones que hubiese dicho, o se queda sin ellas y además distrae a los demás; Si retrasamos la presentación de un impreso, paralizamos la velocidad de otros expedientes que están relacionados con ese; y así podríamos poner muchos ejemplos.

Llegar tarde es un desorden al que a veces damos poca importancia, pero es relevante si lo hacemos por norma. Nuestros hijos se fijan y dan poca importancia a la puntualidad. Para llegar pronto a un sitio es necesario organizarse contando con que desplazarnos nos lleva un tiempo. Hay gente que llega siempre tarde porque sale de casa, o de la oficina a la hora que tendría que estar en el lugar convenido. Ser puntual requiere previsión y organización, con anterioridad hay que tener preparado todo lo que vamos a necesitar, si en el momento de salir comenzamos a intentar localizar algo es lógico que lleguemos tarde. También hay que evitar coger el teléfono o entretenerse enviando un correo electrónico, ya que son cosas que llevan un tiempo y nos pueden hacer perder la noción de los minutos.

La noche anterior hemos de saber más o menos las cosas que vamos a hacer al día siguiente y en qué orden, hemos de jerarquizar y saber los tiempos que nos suponen los trayectos, si vamos a ir en coche o andando, si de camino nos vamos a entretener en echar una carta, llevar algo a la tintorería, o vamos a pasar por el zapatero. Dependiendo de eso debemos salir de casa antes o después, pero siempre con todo claro en la cabeza. Evitando dejar cosas a la improvisación que nos harían entretenernos y llegar tarde a una cita.

Por ejemplo hay ocasiones en las que sería imperdonable llegar tarde, por ejemplo a una entrega de premios a nuestro hijo, a un festival en el que participa, a una entrevista con el jefe o con el director del colegio. Por eso para ser puntuales siempre haya que pensar en no hacer esperar a aquellos con quienes estamos citados. Esa medida es buena, eso es valorar el tiempo de los demás y demostrarlo con hechos. Nadie puede pensar que el trabajo de otra persona o el tiempo de otra persona es menos importante que el suyo. Si habitualmente actuamos de este modo, nuestros hijos lo apreciarán y copiarán esas actitudes de respeto hacia los demás. El respeto a los demás está hecho de muchos ingredientes y uno de ellos es la puntualidad.