¿En qué consiste la indolencia o el pasotismo de nuestros hijos adolescentes??

Se entiende como adolescente indolente aquel que careciendo de motivaciones para afrontar su vida, adopta una posición de indiferencia frente a los valores, actitudes y actividades propias de su edad. ¿En qué consiste la indolencia o el pasotismo de nuestros hijos adolescentes??

La indolencia pasiva

No todos los jóvenes indolentes adoptan la misma actitud. En un extremo está el joven indolente pasivo, con ausencia de manifestaciones externas de rebeldía, con permanencia al lado de los padres, sin interés por otros jóvenes ni salir de casa. No tiene interés en comunicarse, dedica muchas horas a ver la televisión, a escuchar música o a leer. Mantiene una buena relación con padres y hermanos y no crea conflictos de convivencia, excepto por su silencio y falta de comunicación.

Sus padres llegan a desear que su hijo sea más extravertido y que salga más de casa. Acaban por decir que el único problema e su hijo es precisamente la ausencia de problemas. Esos muchachos se adaptan perfectamente al medio en el que viven, carecen de fuerza para intentar modificarlo, nada tiene interés para ellos y no se muestran atraídos por ningún tipo de vida afectiva. Se trata de adolescentes con un cuadro depresivo leve instaurado con la forma clínica de tristeza, desánimo, cambios de humor e ideas de prejuicio.

La indolencia activa

En el otro extremo de la indolencia está lo que se ha denominado pasotismo activo. Éste es una forma de rebeldía que ha adoptado la juventud y cuyo eje fundamental es el desinterés y el pretender no angustiarse por nada de lo que les rodea. Por lo tanto, el joven se deja llevar por necesidades personales primarias e inmediatas. Lo único que le interesa es el presente y lo que puede ocurrir a cada instante.

La actitud de los padres ante este tipo de hijos no es fácil, pero lo que es seguro es que cualquier actitud de oposición frontal que pretenda modificar el pasotismo del adolescente mediante la censura o la reprobación, probablemente no encontrará el eco esperado y no conseguirá su objetivo. Cuando un hijo ha entrado en esta situación de indolencia, lo más aconsejable es no pretender rectificar la conducta a partir de ese momento, sino aceptarla y desde la comprensión de la misma, tratar de ayudar al hijo a encontrar un camino, que no sea el que los padres quisieran, sino el que el muchacho pueda llegar un día a querer. Sólo el contagio de entusiasmo por la propia vida puede hacer que el hijo recupere las ganas de luchar por una vida mejor. La indolencia necesita ser rodeada de ilusiones y entusiasmo, de proyectos y aspiraciones.

Cuando los padres responden al comportamiento “pasota” de sus hijos con respeto y tolerancia, aunque dejen constancia de su desaprobación, no sólo actúan de la forma más adecuada sino que dejan de aportar uno de los factores que inducen a este comportamiento y que es la oposición del adulto que es la que proporciona la gratificación que encuentra el adolescente en la contestación por sí misma.