Educar en valentía

La valentía es un valor importante para la vida, podemos inculcarlo en nuestros hijos desde que son pequeños enseñándoles habilidades. Educar en valentía

La mayoría de los niños pequeños sueñan ser protagonistas de grandes aventuras. Las niñas se imaginan ser princesas o reinas, les encanta disfrazarse con una corona y un vestido largo; a los niños sin embargo, les vemos improvisar espadas, metralletas o pistolas a subidos o escondidos detrás de un sofá. Todos hemos atravesado estos momentos y sabemos que esos sueños de grandeza nos han hecho felices durante un rato.

Bajo esas ficticias aventuras, se esconde ese valor que todos queremos tener, sobre todo en los momentos que la vida se presenta un poco más cuesta arriba. El coraje podemos inculcárselo desde pequeños haciéndoles valientes. Para ser valiente hay que hacer acciones que requieran valentía. Y eso parece a primera vista que no está al alcance de nuestros hijos.

Muchas veces se presentan ocasiones en las que estamos ayudándoles a crecer en este aspecto de su personalidad; por ejemplo cuando no les hacemos miedosos, infundiéndoles nuestros miedos. A veces un niño quiere hacer algo pero a nosotros nos da miedo, o vergüenza y se lo impedimos, trasladándole nuestro problema. No quiere decir que les dejemos hacer cosas que son temerarias, pero hay otras que sin serlo a nosotros nos producen temor e intentamos que ellos no lo hagan.

La valentía es un valor que nos enseña a defender aquello que vale la pena, a dominar nuestros miedos y a sobreponernos en la adversidad. Ser valiente no es sencillo. En ocasiones, la valentía significa afrontar las consecuencias de nuestros actos. La valentía nos ayuda a reconocer nuestras equivocaciones, el niño puede decir que fue él quien rompió la mesa del salón, alentarle en la valentía será animarle a decir la verdad y asumir sus consecuencias también con valor.

La valentía nos ayuda a afrontar las cosas duras de la vida, que siempre llegan: la muerte de un ser querido, una enfermedad, una desgracia son ejemplos de momentos tremendamente difíciles. La valentía es la diferencia entre hundirse o seguir adelante. No hemos de temer dar malas noticias a nuestros hijos, a veces nos cuesta hacerles sufrir, pero evitarles esas cosas es no enseñarles a ir afrontando la vida tal y como es. Cuidaremos el modo de decírselo y tendremos en cuenta su edad, pero hay que ayudarles a madurar.

Por los miedos con gran frecuencia se crean muchos mundos imaginarios que nos impiden actuar, nos planteamos consecuencias que aún no existen pero que vemos como algo muy real. ¡Qué triste es la circunstancia de un muchacho que no se atreve a decirle a una chica cuánto le gusta por miedo a que ella le rechace! Es muy habitual que nuestra imaginación nos traicione sugiriendo panoramas negros, que nos inmovilizan simplemente porque creemos que algo puede salir mal. La valentía es afrontar riesgos, vencer miedos. Nuestra valentía no cambia el mundo, tampoco asegura el éxito inmediato, pero hay una gran diferencia entre ser un cobarde y ser un valiente: la posibilidad de lograr algo. Enseñemos a nuestros hijos a tener coraje ante las dificultades de la vida.