Desarrollo y maduración del sueño de un niño. Parte II.

Los niños, al igual que los adultos, tienen distintas formas de comportarse según las necesidades biológicas. De ahí que no deba extrañarnos comportamientos distintos ante el sueño aún entre hermanos. Desarrollo y maduración del sueño de un niño. Parte II.

Maduración del sueño en un bebé

A los tres años disminuyen los rituales a la hora de acostarse, pero sigue llevándose sus juguetes preferidos. Se despierta a menudo durante la noche, peor puede quedarse quieto y hablar consigo mismo y según sea la actitud de los padres, puede intentar ir a meterse en su cama. Empieza a tener sueños ocasionales, que pueden despertarle. Más o menos hasta esta edad llama a sus padres cuando se despierta por la mañana.

Hacia los cuatro años el niño se niega a hacer la siesta o se queda a solas en su habitación jugando. Disminuye la necesidad de llevarse objetos a la cama, aunque puede gustarle mirar cuentos antes de dormirse. Al despertar por la mañana puede quedarse jugando sólo hasta que acuden sus padres.

Entre los cinco y los siete años, los niños empiezan a contar sus sueños. Suelen tener pesadillas, pueden tener sueños terroríficos y despertar gritando. Pueden acostarse sin ninguna actividad previa, aunque algunos “leen” durante un rato. El sueño en general está mejor organizado.

A partir de los siete años el comportamiento del sueño se asemeja al de un adulto. Quiere quedarse más rato levantado porque encuentra muchas actividades interesantes par hacer. El niño se prepara solo para dormir, con escasa ayuda del adulto. Puede querer que se le lea. Destacan dos grupos extremos: un grupo se duerme rápidamente; al otro le cuesta conciliar el sueño y canta, escucha los ruidos de la casa o ve sombras de objetos en la habitación antes de dormir. Unos pocos se llevan juguetes a la cama. En general duermen profundamente, despertándose con menos frecuencia a causa de pesadillas o para ir al baño. A la hora de levantarse también hay grandes diferencias debido a si el niño es poco o muy dormilón. El primero se despierta solo y al segundo cuesta mucho sacarle de la cama.

A la hora de acostarse

La actitud de los padres respecto al sueño del niño es muy importante para que a la hora de acostarse sea tranquila o e convierta en una batalla. Existe la creencia interesada de que los niños precisan dormir muchas horas. Si bien ello es cierto, no lo es menos que quienes sienten de forma imperiosa este necesidad son los padres, pues notan un gran alivio cuando ven a sus hijos acostados y dormidos. Muchas veces la tensión que se genera a la hora de llevar a los niños a dormir es la principal causante de que éstos se duerman tarde o con dificultad. A la vez, un comportamiento instructor rígido e imperativo genera en el niño una respuesta aversiva hacia aquello que se le pretende imponer. De esta forma se observa que no pocos niños sienten un importante rechazo hacia la cama. Se oye con frecuencia a los padres expresarse en estos términos “se está cayendo de sueño, se le cierran los ojos pero no quiere acostarse”.