Cuando nuestro hijo se queda sin respiración a llorar

Hay niños que cuando se ponen a llorar no paran hasta que se cansan o peor aún, hasta que consiguen lo que quieren. En cambio hay otros que no se detienen volviéndose su llanto cada vez más histérico y enérgico, con lo que llegan a perder la respiración y el aliento e incluso el conocimiento y tornándose azulados. Cuando nuestro hijo se queda sin respiración a llorar

Llantos desconsolados

Este tipo de episodios es muy desesperante para los padres o para quienes le rodean y aunque no dura más de un minuto antes de que empiece de nuevo a respirar de una manera normal, este minuto se hará eterno. Esta falta de oxígeno, por suerte, al ser muy corta, no puede causar ningún tipo de lesión en el cerebro, es más si quisieras hacer la respiración boca a boca, no podrías terminarla porque el niño ya estaría respirando nuevamente antes de completarla.

Quedarse sin respiración durante estos episodios no tiene nada que ver con sufrir de epilepsia como algunos padres pueden llegar a pensar, sino que es simplemente una forma de demostrar su impotencia y su ira ante cualquier situación, hábito que desarrollan para conseguir todo lo que quieren.

Este hábito puede aparecer a partir de su cuarto o sexto mes de vida aunque no es demasiado común, siendo lo normal que aparezca a partir del décimo mes que es cuando ya sabe mejor lo que quiere, situación que puede continuar hasta que cumple los cuatro años de edad.

Algunos niños pueden llegar a presentar este episodio de una manera ocasional, otros hasta dos veces al día y por supuesto, otros niños no lo sufren jamás.

¿Qué debemos hacer?

No existe un tratamiento para este tipo de casos pero lo que sí es necesario es observar muy bien a nuestro hijo. En caso de notar que los ataques le dan mucho más seguidos, que se queda sin respiración de una manera espontánea sin llorar previamente o si pierde el conocimiento durante más de un minuto, habrá que llevarle al médico de una manera inmediata.

De cualquier otra manera lo que debemos tratar es que el niño sea más tolerante frente a sus frustraciones y que su ira no desencadene en llanto, en hiperventilación y en la pérdida de la respiración, para lo que deberá descansar muy bien y dormir perfectamente, rodeado de un ambiente armonioso.

En cualquier caso si notamos que el bebé va a entrar en ese episodio, debemos intentar calmarlo antes de llegar al punto máximo, pero sin cometer el error de darle golosinas o ceder frente a sus caprichos. Es mejor llevarle a otro sitio, distraerlo con algo que sea de su interés o darle su juguete favorito.

Si no logramos evitar que se ponga histérico y pierda el aliento, deberemos mantener la calma y esperar a que este episodio pase. Cuando haya terminado tampoco debemos ceder ante sus demandas ya que si relaciona sus rabietas con el conseguir sus deseos, lo seguirá haciendo y cada vez de una manera más continua.