Cómo prevenir la obesidad infantil

Uno de los problemas que más preocupan a los padres y a los pediatras, es la obesidad infantil que pueden provocar serios daños en la salud de los más pequeños durante su infancia y que pueden perdurar hasta su época más adulta si no se pone remedio. Cómo prevenir la obesidad infantil Obesidad infantil

El primer paso para evitar la obesidad de un niño o niña es hacer un diágnostico para averiguar si está por encima del peso recomendado según su estatura y su edad, ya que es más fácil mantener a un niño en su peso normal que luchar contra un problema de sobrepeso más adelante. Este problema no sólo es exclusivo del niño, sus padres y sus familiares son los máximos responsables de que el pequeño sufra obesidad por lo que una buena educación para ellos sobre alimentación, es otra de las bases fundamentales para prevenirla.

Lo que no consegimos cambiar durante la etapa infantil  será más difícil de corregir en etapas posteriores. Durante esta etapa, el niño adquiere su propia personalidad y se establecen los patrones de comportamiento que utilizará en su etapa más adulta. Por eso es muy importante aunar todos los esfuerzos para que la educación del niño, incluída su alimentación, sea la más adecuada posible. Hay que ser completamente consciente de que la salud es la pieza más importante para el equilibrio emocional y físico de los niños.

Consejos para prevenir la obesidad infantil

Enseñarles unos buenos hábitos alimentarios e incentivarles para que hagan ejercicio físico, incluso durante sus juegos, es una manera de atajar la obesidad infantil. No es necesario poner a un niño gordito a dieta, simplemente con que reciben buenas raciones de comidas saludables, que pueden ser repartidas en pequeñas porciones a lo largo del día, surtirá los efectos deseados. En ocasiones ofrecerles agua o zumo cuando reclamen comida puede ser una buena solución, ya que muchas veces lo hacen simplemente por aburrimiento o por rutina.

Es necesario que la alimentación del niño sea variada y completa. Las legumbres, patatas y cereales deben constituir la base principal de su alimentación, representando los hidratos de carbono el 50% de las calorías que se incluyan en su dieta. Por otra parte las grasas no deben superar el 30% en sus comidas diarias, evitando consumir, en la medida de lo posible, el consumo tanto de ácidos grasos como de comidas saturadas. Se deben combinar las proteínas de origen animal y vegetal, aportando el 10% de las calorías totales.

Por supuesto el consumir como mínimo 5 raciones diarias de frutas y verduras es uno de los hábitos más saludables que deben adquirir los más pequeños, moderando el consumo de los productos ricos en azúcar como los dulces y refrescos. Beber mucha agua al día y reducir el consumo de sal son otros de los puntos a tener en cuenta a la hora de conseguir que el pequeño lleve una alimentación sana. Y por último y muy importante es propocionarle un buen desayuno a base de productos lácteos, cereales, como pueden ser pan o galletas y frutas, bien en zumo o bien en piezas ya que aparte de conseguir mejorar su rendimiento tanto físico como intelectual, se reducirá la necesidad de consumir cualquier otro tipo de alimentos mucho menos nutritivos a media mañana.